Probablemente no somos conscientes de cómo nos afectan las creencias en nuestra vida. En todos los procesos de coaching que llevo a cabo, elevar consciencia sobre las creencias que marcan nuestras actuaciones, es el paso fundamental para el desarrollo personal. Por ello, quiero profundizar en qué son, cómo nos influyen y cómo se transforman.
¿Qué es una creencia?
La creencia es un juicio que cuenta con nuestro asentimiento y conformidad y al que la mayor parte de las veces obedecemos de modo imperativo, seamos o no conscientes de ello. Cuando logramos conocer nuestras propias creencias somos conscientes de lo que podrá o no ejercer influencia sobre nosotros y esto nos permitirá adaptarnos a las diferentes circunstancias con que nos encontramos.
Podemos decir que una creencia NO es una estrategia, no es un “cómo hacer”, no es un tipo de comportamiento.
¿Cómo se manifiestan las creencias?
Las creencias se manifiestan en generalizaciones sobre:
- La causa de un hecho. Por ejemplo, un problema en la empresa:
¿cuál es la causa del problema?
¿es el empleado?, ¿el ejecutivo?, ¿la falta de capacitación?
¿Es la estructura organizativa?, ¿la cultura organizativa?
¿El ambiente de trabajo?, ¿el mercado?
Lo que creamos que es la causa determinará el lugar donde buscaremos la solución. Y con nuestra creencia, con frecuencia, hallaremos lo que estamos buscando. Si creemos que existe, lo encontraremos.
- El significado que demos a un hecho.
Si tengo un problema en mi empresa, ¿qué significa?
¿Significa que he fracasado?
¿significa que no merezco el éxito?
¿significa que debo abandonar, o esforzarme más?
El significado que le demos determinará nuestra actuación
- Los límites que pongamos.
Mi empresa puede crecer hasta un cierto punto, pero no más allá
Estos tres tipos de generalizaciones son los que determinan nuestra reacción ante una situación particular.
¿Cómo nos afectan?.
Nuestras creencias acerca de nosotros mismos y de lo que es posible en el mundo que nos rodea tienen un gran efecto sobre nuestra eficacia cotidiana. Todos tenemos creencias que nos sirven como recursos y también creencias que nos limitan (“ya es demasiado tarde”, “de todos modos no puedo hacer ya nada”, “me ha tocado a mi”). Pensar que se va a fracasar crea una profecía autocumplida. Al igual que hay gente que piensa: “si soy capaz de visualizar el éxito, seré capaz de lograrlo”.
Las creencias que los demás tienen acerca de nosotros también pueden afectarnos. Esto fue evidenciado por un estudio, en el que un grupo de niños de inteligencia normal fue dividido al azar en dos grupos iguales. Uno de los grupos fue asignado a un maestro a quien se le dijo que aquellos niños eran casi “superdotados”. El otro grupo se asignó a un maestro a quien se le dijo que los niños eran un poco “torpes”. Al año se les hicieron de nuevo tests de inteligencia a ambos grupos. La mayoría de los estudiantes del grupo que arbitrariamente había sido definido como “superdotado” obtuvieron una puntuación más alta que la lograda anteriormente, mientras que la mayoría del grupo que fue etiquetado como “torpe” ¡obtuvo puntuaciones más bajas!. Las creencias de los maestros sobre sus alumnos afectaron a la capacidad de aprendizaje de estos.
Nuestras creencias pueden moldear, influir e incluso determinar nuestro grado de inteligencia, nuestra salud (el abuso de ciertas sustancias, la fatiga constante, la disminución del nivel de las defensas naturales y el estrés), nuestra creatividad, la manera en que nos relacionamos e incluso nuestro grado de felicidad y de éxito personal.
Muchas de nuestras creencias nos fueron implantadas durante la infancia por nuestros padres, por los maestros, por el entorno social y por los medios de comunicación, mucho antes de que nos diéramos cuenta de sus efectos o de que fuéramos capaces de elegir entre ellas.
¿Qué podemos hacer para sustituir las creencias negativas por creencias que contribuyan a mejorar nuestra salud?. ¿Es posible reestructurar, desaprender o cambiar viejas creencias que nos limitan e instalar en su lugar otras nuevas capaces de ampliar nuestro potencial mucho más allá de lo que actualmente imaginamos?. La respuesta es Si, ahora, ¿cómo lo hacemos?.
¿Cómo se transforman las creencias?
Primero: la actitud es un factor muy importante, que contribuye en gran medida al éxito de la transformación. Y para empezar trabajando en la actitud, y según la PNL, estas tres crrencias son útiles para nuestra vida:
- No existen fracasos, sólo hay resultados
- Todo comportamiento tiene una intención positiva
- Poseemos los recursos necesarios para realizar cualquier cambio
Segundo: detectar en qué nivel lógico está situada la creencia, para saber desde donde tenemos que trabajar.
Estos son los niveles con los que trabajamos la mayor parte del tiempo:
- El nivel básico es nuestro entorno o ambiente, nuestras restricciones externas
- Actuamos en ese entorno a través de nuestra conducta o comportamiento
- Nuestra conducta está dirigida por nuestros mapas mentales (cómo vemos el mundo) y estrategias, los cuales definen nuestras aptitudes o capacidades
- Esas aptitudes o capacidades están organizadas por los sistemas de creencias y por los valores
- Las creencias están organizadas según la identidad
- Que a su vez está determinada por la vivencia de lo espiritual o transpersonal
Algo muy interesante de las creencias es que, debido al hecho que se hallan en un nivel distinto al de la conducta y al de las aptitudes, no cambian de acuerdo a las mismas normas.
El asunto es que cuando alguien tiene una creencia, ninguna evidencia ambiental o conductual la cambiará, pues las creencias no están basadas en la realidad. Están basadas en NUESTRA realidad.
Después de todo lo hablado sobre las creencias, ¿quién eres?, ¿qué es importante para ti?, ¿qué sabes y qué saben los demás?, ¿qué te hace actuar con una conducta concreta o realizar una aseveración concreta en tu entorno familiar o en el trabajo, por ejemplo?
A primera vista, este tipo de preguntas puede parecer simplemente filosófico o en el mejor de los casos una diversión. La realidad es que nuestros valores, nuestro rumbo en la vida y nuestras creencias nos conducen a nuestros comportamientos, especialmente cuando vivimos un conflicto o en momentos de tensión o que suponen un reto. Aunque nos gusta considerarnos seres racionales, son nuestros valores personales los que están en el meollo del por qué hacemos lo que hacemos. Por ejemplo: puede que te guste ir a nadar porque es importante para cuidar la salud o puede que elijas la natación en lugar de otros deportes de equipo porque para ti la “independencia” es más importante. En el trabajo como en la familia y en el entorno social, los valores están apuntalados en nuestras acciones y en nuestras conductas, y afectan a la forma de planificar nuestro trabajo y el día a día en general así como los juicios que hacemos sobre el progreso y la consecución de resultados.
Entender tus valores y hacerlos explícitos para los demás puede transformar el modo de vivir la vida y la forma en que los demás te responden. Saber cuáles son tus valores, poder definirlos y reflexionar sobre la importancia relativa de los mismos, puede ser la llave para una vida y una carrera profesional más feliz y próspera.
A través del coaching puedes conocer tus creencias, saber cómo te afectan y, si te limitan, transformarlas.